miércoles, 19 de enero de 2011

Lengua Castellana. Lección 7. Propoff

La lectura de Proppof, trata de un pianista famoso. Aquí os presento un cuento que trata sobre un pianista:

El Pianista diminuto.

Un africano entró en un bar llevando un pequeño piano. Se pone sobre la barra y toma algunas bebidas. Cuando llega el momento de pagar le dice al camarero:
—Le apuesto 10 € a puedo mostrarle la cosa más asombrosa que haya visto jamás.
—Está bien, pero le advierto que he visto algunas cosas raras.
El africano saca un diminuto taburete que coloca delante del piano. Entonces, extiende la mano hacia su ropa y saca una caja de aproximadamente un 30 cm de largo con diminutos respiraderos. Quita la tapa y adentro hay un hombre diminuto, profundamente dormido. Cuando la tapa se abre, el hombrecillo despierta. ¡En un instante salta al piano y realiza una perfecta ejecución de la novena Sinfonía de Betoven! Entonces, mientras todos en la barra están aplaudiendo, vuelve a la caja y cierra la tapa...
—¡Wow! —dice el camarero, y borra la cuenta—. Si le doy otra bebida, ¿podría hacerlo otra vez?
El hombre accede. Esta vez el pequeño hombrecillo toca la Canción del Erizo, y se escuchan aplausos.
—Tengo que preguntárselo, ¿dónde lo consiguió?
—Bien, hace algunos meses estaba viajando a través de los desiertos del Sáhara, cuando de repente encontré una botella de vidrio. La recogí y la froté y ¡madre mía!, apareció un Genio. Por alguna razón sostenía un hueso curvado contra su oreja y le hablaba.
-Genio -le dije-, te he liberado, y a cambio te pediré solamente tres deseos.
-¿Qué? -dijo el genio, mirándome por primera vez- Oh, está bien, tres, cualesquiera. -Y entonces empezó a hablarle al hueso otra vez.
-¡Genio, deseo un millón de pavos!, le dije.
-¿Lo consiguió?
-No exactamente. El Genio continuó hablándole al hueso y agitó una de sus manos. En un instante estuve rodeado por un millón pavos. Entonces se fueron volando.
-¿Cuál fue su segundo deseo?
-Le dije: ¡Quiero ser quien determine las reglas del mundo! El Genio todavía estaba hablándole al hueso, pero agitó su mano libre y apareció un trozo de madera, con los centímetros marcados.
-Oh, una regla. Me parece que el genio no le estaba prestando mucha atención. ¿Pidió su tercer deseo?
-Permítame ponerlo de este modo: ¿realmente piensa que pedí un pianista de 25 centímetros?

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